martes, 29 de septiembre de 2009

La feligresa y su confesor, por Rhut Miranda


Padre quiero confesarme.
¿Qué te pasa hija?
Anoche estuve con un hombre en mi cuarto.
¡Hija!
Pero padre, fue un sueño.
Bueno eso no es malo, los sueños se disipan cuando sale el sol.
Padre al despertar lo viví como una realidad y su perfume perdura en mi dormitorio, mi cuerpo desnudo vibraba como una hoja y sus caricias y besos los sigo sintiendo ¡ay padre, perdón…¿se enoja si digo que me gustó?
Hija, tranquila ¿le viste su cara?
No padre, no pude distinguir su rostro, todo estaba muy oscuro.
Comparto tu angustia y quiero aliviar tu alma.
Padre, pregunto, ¿el diablo es capaz de hacer semejante travesura?
El diablo ronda el alma pura. ¿Por qué me lo preguntas?
No debería decirlo, pero al despertar con la entrada del sol en mi cuarto, vi al costado de mi cama una sotana y mi camisón y…sabe padre…su perfume olía como el suyo. Esto es obra del maldito diablo ¿no padre?
Hija, el diablo tiene tanto poder en la tierra como Dios, la diferencia está en el bien y el mal. Dame esa sotana y la tiraré a la hoguera, que esté contaminada por el demonio. Nosotros recemos treinta Padrenuestros y treinta Avemarías y que Dios tranquilice nuestras almas.

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