lunes, 16 de junio de 2008

Dulces papas fritas, por Virginia Guida



Se sentó en la mesa de al lado, abrió su agenda y se puso a controlar seguramente las obligaciones del resto del día. Tal vez tenía una cita con una chica ( ¿estaría allí esperándola a ella?), tal vez una entrevista de trabajo, un turno en el médico. No sé, pero estaba sentado allí, solo, en la mesa de al lado. Y yo, también sola, a su izquierda. Por qué si los dos estábamos solos, estaba mal visto que yo le dijera:

-¿Querés venir a mi mesa y charlamos? ¿Qué hubiera pensado la señora gorda que nos miraba mientras su marido leía el diario y ella se entretenía en imaginar vidas ajenas? ¿Qué hubiera dicho el mozo que iba y venía llevando cafés y cervezas y acababa de dejar una en su mesa, si de pronto lo viese venirse conmigo?

No me animé a decirle nada pero seguí observándolo, se rascaba una oreja, se sacó el suéter, el sol no lo molestaba como a mí porque usaba lentes oscuros. Como yo tenía que girar la cabeza a cada rato para poder verlo bien, me cambié de lugar. Ahora, ya de frente, le clavé la mirada y creo que se dio cuenta. Tosió nervioso, se rascó otra vez la oreja y abrió el diario. Pude ver cómo, de a ratos, asomaba sus ojos por encima del papel y me espiaba. Yo sé que me espiaba. Me hice la disimulada aunque me moría porque me hablara.

De pronto aparecieron dos chicos, tendrían unos doce y trece años y con un papáaaa, se le colgaron del cuello, lo llenaron de besos y sin perder tiempo pidieron dos coca- colas.

-¿Y mamá?- preguntó ( yo no me perdía detalle)

- Salió con Diego, fueron al cine. (¿El tal Diego sería otro hijo o el segundo marido de la tal mamá?)

-Papá- dijo el que parecía menor- Marcela, no viene?

-Marcela ya no vendrá, vamos a pasarla muy bien los tres solos.

Enseguida sonó el teléfono. La Marcela, pensé yo. Pero él no atendió, dejó sonar dos rings el celular y luego lo apagó.

Se llenaron de coca colas, hamburguesas y papas fritas (yo me moría por robarles algunas).

No pude evitar mi sonrisa de oreja a oreja, cuando en el momento en que salía, al pasar a mi lado, me guiñó un ojo y me dijo:

-Dejo los chicos y vuelvo, me quedé con ganas de más papas fritas.