viernes, 13 de junio de 2008

Ironía, por Hilda Herranz



Dentro del planeta los hombres viven cada uno su realidad.

Según el lugar físico que ocupan crean su historia, la que va unida a una sucesión de hechos e ideales de hombres que van tejiendo en el ser humano marañas de pasiones internas formadas por lealtad, fe, esperanza, amor a su suelo.

Unidos por la misma lengua cada uno siente la sensación de pertenecer a ese espacio físico y también cada uno a su manera lo ama y defiende.

El planeta está formado por muchos espacios físicos donde hombres y mujeres comparten su tradición sin conocerse.

Sucede a veces que a pesar de vivir en lugares lejanos con costumbres y lenguas distintas, se tienen cosas en común, la lengua del otro, aprendida cada uno en su país, el gusto por algunos autores literarios, lo que determina que encontrándose en algún momento esos seres puedan ser amigos.

Pero a veces, ese encuentro se realiza en condiciones emocionales muy negativas como en la guerra, donde cada ser va a conciencia a defender lo que cree justo. Pero las guerras las arman los hombres y casi siempre son mandados por la insensatez, el ego y la soberbia de alguien que se cree dueño de la verdad y entonces los que van no obedecen a sus sentimientos sino a la conveniencia del otro.

Y se encuentran frente a frente enemigos sin serlo. No se conocieron como para ser amigos por sus afinidades y como una ironía del destino fueron enterrados juntos cubiertos por la blanca nieve que parece gritar su inocencia.

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