domingo, 15 de noviembre de 2009

Alivio, por Alba Alonso


Juan Cruz tendió la vista hacia la costa. Tenía frío y la cabeza empezaba a dolerle. Quería llegar hasta la orilla para mojarse los pies que le quemaban, pero sus piernas no le respondían. Miró a uno y otro lado como buscando a alguien para que lo ayudara, pero no vio a nadie. Se quedó inmóvil un corto tiempo hasta que oyó un leve movimiento que lo hizo dar vuelta y se sorprendió al ver una cigüeña que caminaba lentamente hacia donde él se encontraba. Cuando la tuvo cerca trató de acariciarla, pensando que tal vez lo rechazaría, pero no fue así, ella agachó la cabeza como insinuando una invitación a una caricia y Juan comenzó a pasarle una mano por su largo cuello y después por todo el cuerpo. Sintió una sensación de alivio y tranquilidad, ya no le dolían las piernas y tras darle un beso en el cuello a su dócil compañía, comenzaron a caminar hacia el río. Una restauradora frescura lo invadió al poner los pies en el agua junto a su accidental compañera, que se zambullía y sacudía alegremente.

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